Un cuadro, un retrato, un paisaje, una figura, una
pintura, es para cada caso el esfuerzo de algún artista para expresar unas
series de emociones, sentimientos en su concepción, para manifestar una idea,
el referente de una sociedad o para otros un trabajo por el cual pagan.
Hace
unos días en un salón para nada agradable, con un olor poco gustoso, observe un
retrato en la parte posterior, en ese momento pensé: ¿Qué sería de la persona
que pintó el retrato? luego mi visión se fue desplazando por el espacio,
detallando cada aspecto significativo del lugar, desde su característico olor,
pasando por la cantidad aglomerada de polvo en las esquinas, paredes con
escritos, en definitiva un espacio para nada encantador. A medida que observaba
el salón, me preguntaba: ¿Cuando la persona
pintaba el retrato en la pared, imaginaba un espacio así para su cuadro?
En
realidad no lo sé, pero dudo que fuese así. Esto lo compartido con otras
personas, y su respuesta fueron puras gestualidades sin la menor importancia al
cuadro y al salón, sin embargo comentaban del aspecto del espacio y de su olor
en una esquina, de la misma manera,
mencionaban que hay espacio peores, lo cual es totalmente cierto.
A
todo esto, la pintura paso a segundo plano. Básicamente a ninguno durante la estadía
daba importancia a él. A pesar de ello, durante ciertos momentos de las clases
tomo unos minutos para compartir con algunos grupos esta experiencia, sobre dejar
su “huella” o marca en un lugar especial. Formulo una pregunta similar. Y las
respuestas han dado para agradables debates.